Cajas de cartón
Me mudo. Con estas dos palabras, ponÃa fin a una relación larga, de más de cuatro años. No con una pareja, sino con sus compañeros de piso. La pandemia en general y el confinamiento en particular habÃan sido demoledores. Algunos dÃas no salÃa ni siquiera de su habitación, no era capaz de soportar la compañÃa de los que en otro tiempo nada lejano habÃa considerado sus amigos.
Ellos recibieron la noticia de su marcha casi con alivio. Pusieron cara de póker, alguno disimuló preguntando el porqué, pero para todos era la crónica de un adiós anunciado. La convivencia casi nunca es fácil, especialmente si es con tres personas más en un piso de 70 metros cuadrados y a tiempo completo.
Regresó a su cuarto y empezó a empaquetarlo todo. Se habÃa hecho con unas cuantas cajas de cartón en el chino de abajo de su casa y ahora tocaba abrirlas y llenarlas para desempaquetarlas más adelante en un destino aún incierto.
La ropa la organizó rápidamente, solo dejó en el armario la que se pondrÃa el dÃa siguiente, cuando dejara la casa. También guardó toallas, sábanas y demás enseres de aseo y cuidado personal en tiempo récord. Luego llegaron sus carpetas, sus discos, sus libros. Eso le llevó más tiempo, pues no pudo evitar ir revisándolos casi uno a uno.
Al llegar a una de las novelas que conservaba recordó que se la habÃa regalado su madre, hace… no sabrÃa decir cuántos años. La acarició evocando tiempos mejores, más pacÃficos e inocentes al menos. No fue capaz de recordar el argumento de aquel libro, pero sà sabÃa con certeza que le habÃa encantado en su momento, cuando lo leyó. Reparó en que en una de sus páginas habÃa un señalador, un post it de color amarillo sobresalÃa. Lo abrió por esa página y vio una lÃnea subrayada. Apenas cuatro palabras. “Perderse también es camino”.
Dejó pasar el tiempo leyendo esa frase una y otra vez. Y pensó que le acompañarÃa en esta nueva etapa de su vida, en la que el destino serÃa más incierto que nunca. No tenÃa un rumbo fijo, en ese instante estaba sentado en el suelo de una habitación que ya no consideraba suya, en una casa a la que no pertenecÃa y rodeado de cajas de cartón que contenÃan pedazos sueltos de su vida.
Se sentÃa perdido sÃ, porque lo estaba. Pero entendió que era parte del camino. Y eso le ayudó a continuar.
Foto: Kinga Cichewicz
Etiquetas: Clarice Lispector, cuentos, Family, fotografÃa, historias, mudanza, relatos, Viaje a los sueños polares
Deja un comentario
Subscríbete a los comentarios vía RSS