Las barcas de El Retiro
DecÃa el escritor belga Paul Carvel que quien mira fijamente al mar, ya está navegando un poco. Ese pensamiento tan bonito pasó por la cabeza de Ada aquella mañana en la que el sol se batÃa a duelo con las nubes al estilo del viejo oeste: solo puede quedar uno. Mientras contemplaba el cielo sin saber aún quién ganarÃa, Ada recibió una llamada.
El sonido del móvil la sobresaltó. Era extraño recibir llamadas hoy en dÃa, estaba más acostumbrada al tono del whatsapp o del mail. Se asomó a la pantalla y vio que el número era desconocido, por lo que decidió no contestar. Pero al otro lado de la lÃnea eran insistentes, asà que a la tercera descolgó.
La persona que le habló se presentó como Pedro Crespo y le comentaba que acababa de abrir un centro de estética en el barrio y estaba invitando a los vecinos a pasarse a conocerlo. Ada se enfadó muchÃsimo ante tal intromisión para un asunto de mera publicidad y, tras decir que no el interesaba, se despidió y colgó.
El resto del dÃa discurrió aparentemente dentro de la normalidad, pero en la cabeza de Ada algo bullÃa y no acertaba a saber qué. De pronto, cuando a media tarde esperaba el autobús para volver a casa, supo qué ocurrÃa. Pedro Crespo, claro. No era un nombre cualquiera, una vez conoció a alguien que se llamaba asÃ. Ambos eran jovencÃsimos y eso hizo que ninguno se atreviera a dar el paso que los dos hubieran querido dar. Por eso pasaron un par de años mirándose sin animarse si quiera a presentarse oficialmente, no digamos a ir más allá.
Sus amigos pertenecÃan a grupos diferentes, pero aun asÃ, coincidÃan bastante entonces. Los fines de semana iban al parque de El Retiro y si hacÃa buen tiempo a veces montaban en las barcas y pasaban navegando en el estanque mañanas que ahora le parecÃan eternas y entonces volaban como un suspiro.
Ada y Pedro una vez estuvieron a punto de chocar con sus barcas. Él se asustó muchÃsimo cuando se dio cuenta y ella no pudo ocultar la risa nerviosa. Ese dÃa fue el que estuvieron más cerca de rozarse.
Ahora, años después, ¿serÃa aquel Pedro Crespo el que habÃa abierto aquel centro de belleza al lado de su casa? EstarÃa el destino queriendo decirle algo? Y si fuera asÃ, ¿tendrÃa que escucharlo?
Ada se bajó del bus y tuvo la tentación de dar una vuelta por ahà antes de subir a casa para localizar el lugar y ver desde el escaparate si se trataba de él y, en caso afirmativo, comprobar qué aspecto tendrÃa ahora. Se lo imaginaba igualmente guapo, como entonces, quizá con el cabello canoso o con barba tupida… Vete tú a saber.
No llegó a averiguarlo. En vez de hacerlo, optó por acercarse a El Retiro caminando a ritmo pausado, sentarse en una terraza y ver pasar las barcas por el estanque.
Foto: Joshua Rawson Harris
Etiquetas: cuentos, El Retiro, fotografÃa, gustavo cerati, Lago en el cielo, Madrid, relatos, rock argentino
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