Los mejores regalos
El 7 de enero es un dÃa raro. Es como una jornada de resaca, pero sin poder quedarse en casa para pasarla como es debido. Se trata de un agujero negro, es ese abismo entre el final de las fiestas navideñas, de las vacaciones, y el comienzo de una nueva etapa, todavÃa por descubrir.
SofÃa se despertó esa mañana sintiéndose asÃ, extraña. Se dio una ducha rápida y se puso la ropa que habÃa dejado preparada encima de la butaca de su habitación la noche anterior. Pantalón de vestir, blusa color crema y chaqueta oscura. Medias de cristal (vuelven a estar de moda) y mocasines de cuero negro. Con su taza de café en la mano, desde la cocina, de pie, echó un vistazo al salón: la guerra parecÃa haber pasado por allÃ. Quedaban restos de los regalos de Reyes por todas partes: bolsas vacÃas, papeles arrugados, y en una esquina un montón de paquetitos listos para ser cambiados en el famosÃsimo centro comercial de la ciudad. La fiesta habÃa sido el dÃa anterior y sin embargo en esos momentos a SofÃa le parecÃa tan lejana…
No se veÃa con fuerzas, ni con tiempo, de poner un poco de orden en la casa, asà que dio un último mordisco al roscón (¿cuándo aparecerÃa la sorpresa?), apuró su café y salió pitando hacia el trabajo. Al llegar saludó con fingida efusividad a su jefa y tomó asiento frente a su ordenador. Primer problema: no recordaba la clave de acceso. Tecleó unas cuantas y cuando ya pensaba que tendrÃa que llamar al compañero de la sección de informática, dio con la buena y su escritorio se abrió ante ella tal como lo habÃa dejado el 21 de diciembre.
Pasó la mañana contestando emails pasados de fecha, en los que le felicitaban las navidades y le deseaban que le tocara el gordo de la loterÃa. Sonrió para sà misma pensando que ahà iba a estar ella si eso hubiera sucedido. A mediodÃa sonó la alarma en la empresa. Vaya dÃa para poner en marcha un simulacro de incendio. Todos bajaron a la calle, los más temerosos a toda velocidad, los descreÃdos tranquilamente, después de recoger parsimoniosos sus carteras y sus abrigos.
Estaba fumando un pitillo frente a la entrada general, esperando que alguien diera el aviso para volver a entrar en las oficinas del edificio, cuando su móvil vibró en el bolsillo de su pantalón. Abrió el whatsapp y apareció una foto en la que se veÃa en plena naturaleza, de espaldas, con los brazos en alto y el pelo al viento, libre. La instantánea se la habÃan hecho sin que ella lo supiera, esas mismas vacaciones, en una escapada que surgió sin planearla, de un dÃa para otro.
Pensó que le gustarÃa estar allÃ, en aquella montaña, bajo ese cielo lleno de nubes que amenazaban con dejar caer la lluvia de forma inminente. Y no tiene ni idea de cuánto tiempo pasó contemplando la foto y disfrutando del momento, como si de alguna manera volviera a encontrarse en aquel maravilloso lugar. Solo sabe que ahora se sentÃa nueva, llena de vitalidad.
Cuando quiso darse cuenta estaba sola en la calle. Los más de cien compañeros que la rodeaban se habÃan esfumado. Seguramente habÃan avisado de que ya podÃan volver a sus puestos de trabajo sin problema y ella no se habÃa enterado. Metió el móvil en su bolsillo, se acercó al bar de enfrente a pedir un café para llevar y, este sÃ, le supo a gloria. Fue degustándolo con calma mientras subÃa las escaleras de la oficina, lista para lo que estuviera por llegar, sin miedo ni pereza alguna por lo que el nuevo año le fuera a deparar.
Los mejores regalos pueden llegar cualquier dÃa, incluso el 7 de enero, cuando ya nadie los espera.
Foto: Yingchou Han
Etiquetas: como el viento, cuentos, depedro, fotografÃa, naturaleza, Navidad, relatos, Reyes Magos
1 comentario
1. Aran | 8 enero 2020 - 10:56
Bravo!!!
Deja un comentario
Subscríbete a los comentarios vía RSS