Dos amigas en noviembre
En la oscuridad del final del otoño se puede encontrar la felicidad más luminosa. La vida está llena de paradojas y esta es solo una de ellas. Cuando Celia se pone a pensar sobre ello se le ocurren un montón de ejemplos que lo demuestran.
Terminaba noviembre y ella se sentÃa la mujer más afortunada del mundo. TenÃa un trabajo que no odiaba (dejémoslo ahÃ), un novio al que querÃa y que la querÃa, una familia sana y todo lo unida que hoy dÃa cabe esperar… Y con ese ánimo despertó la mañana del 27. Salió a la calle y le pareció que el dÃa era reluciente, a pesar de que llovÃa. No se percató de la gente que corrÃa malhumorada hacia la parada más próxima del transporte público para acudir, un miércoles más, a su rutina laboral.
Celia abrió su paraguas amarillo y fue dando un paseo hasta la cafeterÃa de su calle, donde pidió un café solo para llevar y, por qué no, dos croissants recién hechos. Mordisqueaba uno cuando algo llamó su atención: una moneda la llamaba desde el empapado asfalto. Se agachó a recogerla y su frente chocó con otra frente. Después del susto inicial clavó la vista en la chica que también iba a coger aquel euro y su sorpresa fue mayúscula. Era su mejor amiga de la infancia, a quien llevaba unos 15 años sin ver.
No pudo pararse a charlar con ella en ese momento, llegaba tarde a la oficina. Pero quedaron en verse esa misma noche justo en aquel lugar. TomarÃan algo y se pondrÃan al dÃa.
Celia pasó la mañana pensando en su vieja amiga. La habrÃa reconocido en cualquier parte… y sin embargo, qué cambiada estaba. Su melena castaña era ahora una manta blanca, como la que se posa en las montañas cuando el frÃo es atroz. También le inquietaba su mirada, intensa pero ausente. ¿TendrÃa problemas? Siempre habÃa sido una niña de éxito, tanto curricular como social, era de esas personas que tenÃan estrella; o eso le habÃa parecido a Celia.
A mediodÃa recibió una llamada. Era Paloma, la única amiga del colegio con la que seguÃa en contacto. Le sorprendió, pues llevaban un par de meses sin hablar. Dedicaron la hora de la comida a charlar por teléfono y contarse sus últimas novedades. Celia le comentó que esa misma mañana habÃa visto a aquella chica de clase tan brillante, a LucÃa. Y el silencio se hizo al otro lado de la lÃnea. “Pero no es posible, Celia, LucÃa murió el invierno pasado. Envejeció de repente, la vida le trató mal y se hundió, se vino abajo. Sus padres se la llevaron a la montaña, donde tenÃan una casita, para ver si en la naturaleza y respirando aire puro se recuperaba. Pero eso no pudo ser”.
Celia contó cada uno de los minutos que quedaban para la hora de la cita. Salió corriendo del trabajo y llegó al lugar antes de tiempo. Esperó y esperó, cada vez más angustiada, pero nadie llegó. Encontró, eso sÃ, la moneda que aquella mañana, tras el choque, ninguna de las dos habÃa recogido. Brillaba de un modo espectacular, como una estrella.
Foto: Anton Malanin
Etiquetas: amigas, cuentos, estrellas, fotografÃa, historias, Holly Golightly, Mujeres, música, relatos, This is the end
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